Daniel Montesinos, decano del CITOP Valencia-Castellón, escribe un artículo de opinión sobre el apagón del lunes 28 de abril
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- El artículo de opinión expone un símil entre el compás y la sincronía que deben seguir el funcionamiento del sistema eléctrico con el baile.
El pasado lunes 28 de abril tuvo lugar un hecho sin precedentes en España cuando se produjo un apagón eléctrico generalizado en la Península Ibérica y parte de Portugal y Francia. El fenómeno tuvo lugar sobre las 12:30h y la luz tardó varias horas en restablecerse en las diferentes comunidades autónomas. Con motivo de este suceso insólito, Daniel Montesinos, el decano del CITOP Valencia-Castellón, ha escrito un artículo de opinión. De este modo, pone en valor la labor de los ingenieros en el sistema eléctrico y establece un símil entre la complejidad de este mecanismo y la coordinación y precisión del baile.
España a oscuras: el sistema eléctrico perdió el compás
Por Daniel Montesinos Paes, Decano de la Zona Territorial de Valencia y Castellón del Colegio de Ingenieros Técnicos de Obras Públicas
“El ritmo lo es todo en el baile… y en la vida.” — Martha Graham
Lo vivido en España este lunes fue una escena insólita: un apagón eléctrico repentino que dejó sin suministro a cientos de miles de usuarios durante varias horas. Para entender lo que ocurrió, conviene imaginar el sistema eléctrico como un gran salón de baile donde la oferta y la demanda de electricidad ejecutan un vals perfectamente sincronizado.
Cada pareja representa un equilibrio: por cada paso que da la demanda (los hogares, las fábricas, los trenes), hay un paso correspondiente de la oferta (las centrales eléctricas). Pero si uno de los dos tropieza, el otro se cae. Eso fue lo que sucedió: un desajuste en el ritmo provocó una caída general. Lo que los ingenieros denominamos un “cero”.
En esta pista de baile energética, hay generadores veteranos —centrales nucleares, ciclos combinados o hidráulicas— que marcan el compás con precisión. Son los encargados de mantener la frecuencia eléctrica, que en España es de 50 hercios: 50 veces por segundo la corriente alterna cambia de sentido. Esa frecuencia es, en efecto, el ritmo de la música que permite que todo el sistema funcione en armonía.
Junto a ellos bailan con fuerza creciente las energías renovables, como la solar fotovoltaica o la eólica. Son fuentes más limpias, más sostenibles, pero también más inestables. Dependen del sol y del viento, y por eso necesitan que los generadores clásicos les ayuden a seguir el ritmo sin desacompasarse.
El día del apagón, la energía solar tenía un protagonismo inusualmente alto en la pista. Pero su aportación cambió bruscamente, provocando un primer tropiezo. El resto del sistema reaccionó con rapidez y trató de compensar. Sin embargo, un segundo desequilibrio resultó insalvable. El ritmo se perdió. Las parejas de baile empezaron a tropezar en cadena. El sistema eléctrico, para protegerse de daños mayores, decidió parar de bailar. Se apagó la música. El salón quedó en silencio.
Lo realmente sorprendente es que, pese a la caída, nadie se rompió un pie. El sistema actuó con reflejos para evitar males mayores. Alguna magulladura, sí, pero los bailarines —las distintas partes del sistema eléctrico— se levantaron, se recolocaron… y en pocos minutos la música volvió a sonar.
Esta es una explicación sencilla, pensada para que el público general comprenda lo ocurrido. La realidad técnica es mucho más compleja. La gestión del sistema eléctrico moderno es un reto extraordinario, donde la coordinación milimétrica es esencial. En esta tarea, los ingenieros juegan un papel crucial, silencioso pero vital, para que podamos encender la luz sin pensar en todo lo que hay detrás.
Porque el vals eléctrico sigue, y necesita que todos los bailarines —viejos y nuevos— sepan bailar sin pisarse.